Existe una carta, una carta anónima firmada por un trabajador del sector de las ambulancias que dice tener 14 años de antigüedad y cuyo título reza lo siguiente: “CARTA DE UNO DE VOSOTROS”.
Se viene tocho. Radiografía de un drama. No obstante percibo demasiada resignación en la carta. Llevo años diciendo que estamos ante la tormenta perfecta y voy a ser sincero, ya que tirar de demagogias es como hacerse trampas al solitario.
Guardias presenciales.
Podríamos decir que el sector de las ambulancias es un sector en el que existen gran cantidad de puestos de trabajo especialmente cómodos, como las guardias presenciales, en el que dentro de todo el tiempo de trabajo, el porcentaje del tiempo en el que realmente estás haciendo algo más que esperar las activaciones es bastante reducido.
La mayoría de las personas que acceden al sector lo hacen con la idea de trabajar en esos puestos y aquí es donde nace la primera frustración ¿Porqué estoy haciendo esto si he estudiado para otra cosa? Si eres de lo que te haces esta pregunta podría decirte que al sistema le ha faltado formarte para la realidad del mercado de trabajo, que no es tu culpa, que es de un sistema educativo que claramente no te forma adecuadamente en todos los aspectos como debería. ¡Ojo!, hay excepciones y algunas personas demuestran un absoluto grado de madurez al respecto.
Pasamos a la siguiente frustración. El de la persona trabajadora que trabaja en un puesto de guardias presenciales a 1800 horas, la jornada legal, y que incluso estando en un puesto de los cómodos, ve como el salario apenas le llega para cubrir las necesidades básicas, (cuando no tiene que estar tirando de ahorros). Esa persona además ve como trabajadores de su entorno, en complicidad con la empresa, están mejorando sus salarios mediante la realización de horas extras ilegales. Este perfil de persona trabajadora empieza a cuestionarse su situación, porque con los principios no se come. La mayoría de estas personas están a la espera de que la Inspección de Trabajo, o los Tribunales de Justicia, le resuelvan la situación y sin embargo son testigos de como el sistema no funciona o funciona tarde y mal. Se hacen la pregunta de “¿Qué más puedo hacer?”, y no salen las respuestas porque nos han educado con la idea de que el Estado cuida de la gente, falacia con la que se pretende mantener al pueblo tranquilo, falacia que funciona.
Por supuesto, en la otra cara de la moneda existe ese otro perfil de trabajador que ha decidido no complicarse la vida de manera totalmente legítima, (distinto de lícita). El que, en complicidad con la empresa, ha decido realizar jornadas extras ilegales y está cobrando prácticamente lo mismo que antes trabajando mucho menos gracias, por supuesto, a acciones legales que yo personalmente inicié en esta región. Disculpad el reproche pero es que es algo que se agradece muy poco, más bien al contrario lo que demuestra la catadura moral de algunos.
Este último perfil no es culpable de la situación que atraviesa el sector pero claramente ayuda a mantenerla aunque, por supuesto, también aprovecha para quejarse de lo poco que cobra por los extras que hace a la empresa, aunque a pesar del precio saltan como un resorte cuando suena el teléfono de recursos humanos.
Servicio de urgencias localizadas.
Y qué decir del servicio de urgencias localizadas. El puesto de trabajo que sigue manteniendo la misma forma de trabajo después del revuelo jurídico causado por la reformada doctrina del Tribunal Supremo. Aquí encontramos diversos perfiles, desde el que apenas lo activan y no cambiaría la forma de trabajar ni loco hasta que el que no para de hacer servicios programados y termina cobrando igual que ese otro que apenas se mueve, pasando por el que ha aprovechado la lucha para el 2-2-4 para hacer más extras para la empresa. Y casi todos ellos están en la misma situación que otros, pensando que el sistema terminará arreglando todo sin tener que poner nada de su parte.
Diría que al menos el 90% de las personas que trabajan en el sector se encuadran en uno los perfiles indicados, y me quedo corto.
Falta de implicación.
Resumiendo, al final el que está en un puesto que no quiere, donde se trabaja más y se cobra menos que en otros, tiene la esperanza de acabar en uno más cómodo y que le permita hacer horas extras durmiendo por lo que de momento va tirando, quejándose en los corrillos por supuesto de lo inútiles que somos los sindicatos que no arreglamos esto con nuestra varita mágica. El que está en esos puestos haciendo esas horas extras es dueño de su situación por lo que le da vergüenza quejarse, al menos públicamente pero alguna “puyita” para los sindicatos también tendrá, incluso aunque estén afiliados a alguno.
Luego están los pocos que trabajan en servicios de guardia con actividad intensa, donde ni tan siquiera te vas a tocar la barriga a la guardia, hecho que podría compensar el salario. El que está en el medio, sin partirse el lomo en el programado pero con un salario miserable seguramente se consuela con aquello de que en el sueldo me engañarán pero en el trabajo no.
Y todos ellos están a la espera de que venga un tercero a mejorar nuestra situación.
Detrás de todo ello las empresas, que ven en lo público su negocio y en sus trabajadores a los tontos útiles necesarios para su enriquecimiento.
Al final con estas mimbres no queda otra que decir que el sector es como las lentejas, si no gustan siempre puedes dejarlo y buscar otra cosa, porque está claro que después de tantos años de lucha sin resultado esto no tiene mucha pinta de que vaya a mejorar, al menos al nivel que desea la gente. Sinceramente hecho de menos perfiles reivindicativos, y lo siento por el autor de la carta pero escribir las miserias por las que pasa el sector no es reivindicar. Como responsable sindical cada vez me pienso más llamar a la movilización para evitar el ridículo del resultado. Y es que un observador externo dirá: «si la gente no se queja frente a las instituciones es que tan mal no estarán».
Puede que la disertación haya podido resultar cruel, pero si pintamos el problema de una manera distinta a la que es, la solución a la que puedes llegar puede no valerle al problema real. Llamemos a las cosas por su nombre ya que esa es la única manera de abordar los problemas.
Con la lucha sindical todos tienen que ganar, incluso los que se ven cómodos con la situación. El sector tiene un amplio margen de mejora, ahora tan sólo hace falta que la gente que trabaja en él quiera actuar de la manera adecuada para conseguir esas mejoras, y siento decirlo pero ir llorando por las esquinas no es la mejor manera. Ni tan siquiera es una manera.
Los sindicatos somos la materialización del dicho la unión hace la fuerza. Animo a todo aquel que quiera que el sector termine donde le corresponde a sindicarse pero SINDICARSE en mayúsculas y eso pasa por participar en todas las acciones que el sindicato promueve y no sólo agazaparse en un grupo de Whatsapp para enterase de que va la película.
Los sindicatos, al menos los SINDICATOS con mayúsculas, no estamos para endulzar los oídos a la gente con discursitos que quiere escuchar, llenos de promesas vacías. A veces estamos para decir verdades como las que reflejo aquí con la esperanza de que se tome conciencia de la situación real.
Ánimo.
Y yo, como no me escondo, firmo: Víctor Arnelas